---COLORES--- 2.- Rojo

   La habitación a la que llegó Fardael estaba llena de luces y sonido, producidos por decenas de aparatos electrónicos alrededor. También había, sobre las paredes, varios posters de mujeres semi desnudas y un tanto esqueléticas que bien podrían ser usados para pláticas acerca de la desnutrición.

   Había una persona una única persona en esa habitación, vestida toda de negro y con botas de piel de serpiente, en un estilo que Fardael no creía que le quedara del todo. El otro muchacho estaba sentado enfrente de una televisión, sosteniendo lo que parecía ser una especia de control y que no notó la presencia de Fardael hasta que se interpuso en su rango de visión. La persona pareció reconocerlo.

   -¡Pero cuánto tiempo sin verte!

   -Pero si nunca nos hemos visto.-Dijo Fardael, aún más extrañado que con todas las cosas que le había dicho el viejo anciano.

   -¡Por eso!-Dijo mientras sonreía demasiado ampliamente, demasiado como para que Fardael creyera que la sonrisa era real.

   -Okey...-Dijo Fardael, no muy seguro si el otro trataba de ser gracioso, o lo decía en serio.-¿Dónde estoy?

   -Ah, esto... pues mira, es un lugar donde hay máquinas, pero mira, son chiquitas, ¡así que son maquinitas!-El muchacho volvió a sonreir, con una sonrisa que parecía querer enseñar todas las muelas. A lo lejos, algunos grillos sonaron, y Fardael sonrió con incomodidad. -Aquí vivo yo. Ésa de por allá es mi sala, pero te recomiendo que no pases para allá, es algo peligrosa si no sabes donde están escondidas las armas-en ese punto Hamlet rio con risa nerviosa- la última sirvienta aún no se recupera del disparo que se llevó tratando de abrir la sombrilla... La penúltima todavía sigue en cama después de que apretó demasiado fuerte uno de los cojines y activó accidentalmente el switch que hacía que saliera la espada... En fin, gajes del oficio.

   -Am... bueno...-Fardael miró alrededor, instintívamente buscando cámaras escondidas, esperando que todo fuera alguna clase de mala broma, pero no las hayó. Luego recordó la lista. Leyó el primer nombre.-De casualdidad eres tú... mmm... ¿Hamlet?

   -Efectivamente.-Respondió Hamlet con de nuevo la sonrisa excesívamente fingida.

   -Entonces... tú debes tener el color rojo... sea lo que sea eso... el viejo anciano me mandó por él.

   -Déjame ver.-Dijo en tono cínico mientras abría por un instante una de las repisas, que hizo que Fardael admirara por un segundo un resplandor rojizo.- Sí, si tengo. Así que el viejo anciano te mandó por él... mmm... déjame pensar si te lo debo dar... no.-La negativa estaba de nuevo unida a la sonrisa que se extendía de oreja a oreja.

   -Mmm... ¿ni siquiera si te doy algo a cambio?-Ofreció Fardael.

   -¿Pero qué podrías ofrecerme?-Dijo Hamlet sonriendo hacia la pared llena de posters de mujeres.

   -Mira, no estoy seguro si quieres otro poster, o que te presente a una chava como la del poster, pero en cualquier caso, tienes un pésimo gusto... mira, por suerte tengo en mi cartera una foto de lo que debe ser una mujer.

   Fardael sacó la foto de una muchacha estrella de televisión no mucho mayor que él en edad, a quien Fardael le gustaba desde que era casi un niño.

   -Claramente es una anoréxica- le dijo Hamlet- no necesito fotos de esas.

   -¡Claro! ¡Porque al parecer ya tienes suficientes en las paredes!-Dijo Fardael con algo de coraje.-Si lo que quieres es fotos de personas hipócritas como tú comprenderas, lo siento, de esas no tengo.

   -¡Hey! No te lo tomes personal... mira, no era mi intención hacerte enojar. ¿Por qué no jugamos un rato para que se calmen los ánimos?-Hamlet lo dijo con una sonrisa que trataba de ser conciliadora.

   -¿Se juega con éstas cosas?-Preguntó Fardael.

   -¡Oh sí! ¿Pues de dónde vienes que no las conoces? Sólo tienen un pequeño problema, pero de todas formas, no es muy grave, y sólo es hasta que acabas de jugar que ves el problema.

   -Y dime, si juego contigo un rato... ¿me darás el color rojo?

   -Sólo si me ganas.-La sonrisa de Hamlet desapareció. Al parecer se tomaba los videojuegos muy en serio.

   Fardael vio el tiempo restante en su reloj. Aún faltaba bastante para que se terminara la primer hora, así que supuso que no había problema si jugaba un rato.

   Inmediatamente Fardael se dio cuenta de que era un natural para ello, o que Hamlet era malísimo, o ambas.

   -¡Está bien, está bien, me has ganado!-Dijo Hamlet cuando Fardael lo venció en el último de los juegos. Ya no sonreía.-Te has hecho merecedor de la esfera que contiene en su interior el poder rojo...

   -Por fin... ya era hora... han pasado...-Fardael vio su reloj- ¿Qué? ¿8 Horas?¿Es ese el inconveniente que me decías de los video juegos? ¿Cómo es posible que se haya pasado tan rápido el tiempo?

   -Es que se puso tenis y corrió.-De nuevo, en algún rincón, los grillos volvieron a chirriar.-¿Por qué son tan inoportunos siempre? 

   Fardael tomó en sus manos poco después la esfera, no era mucho más grande que una lima, y la metió en su bolsillo, después de admirarla durante largos segundos.

   -Bueno, será mejor que me vaya... ¿sabes? Después de que dejaste de sonreir de manera escalofriante, no fue tan malo, me dio gusto conocerte Hamlet. Espero que nos veamos a ver.

   -Claro Fardael. Buena suerte en tu viaje.-Dijo Hamlet con una sonrisa normal por primera vez.

   Fardael creó un portal con el viejo portal.
 
   -¡Hey! ¡No recuerdo haberte dicho mi nombre! ¿Cómo lo...?-Pero Fardael fue empujado nuevamente hacia el portal.

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