Par - Pieza 0

Primer día y primer día de proyectos nuevos.

Esta entrada, a primera instancia, no hará nada de sentido. Es parte de una serie de pequeños relatos que conforme se vayan leyendo, el lector hará un clic y atará cabos, o al menos, ese es el propósito. Piénsese como un rompecabezas literario. De momento, es una idea que me sonó demasiado buena en su momento, veremos si da resultado.

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Áster y el resto de su familia llegaron a la explanada poco antes de la media noche. Áster apretó más fuerte la mano de su madre al ver que miles de personas ya se encontraban ahí. ¿Había estado así de lleno la última vez? No podía recordarlo. Tenía apenas 4 años y aunque había tratado de permanecer despierta, el sueño la había vencido. Esta vez se mantendría despierta, lo quisiera o no. Sus padres le habían advertido que esta vez tendría que permanecer despierta, y observar todo lo que pasara, esa era la costumbre para los niños de su edad.

Había dos áreas principales en la explanada, no muy lejos una de la otra, cada una del tamaño de enormes campos de futbol. Las dos zonas eran descubiertas, pero sólo se podía ver lo que pasaba en una de ellas, pues la otra estaba tapada por enormes paredes de lona blanca. A pesar de que las áreas estaban claramente diferenciadas, había decenas de letreros señalando hacia ellas por todas partes. Áster trató de leer los letreros, pero sólo alcanzaba a leer "Par" antes de que su mamá la jalara para que siguiera caminando.  Áster se dirigió junto con sus padres al área sin lonas, a "Par", esquivando a las personas que corrían de un lado para otro cargando kilos y kilos de ropa. Con añoranza, recordó que esa vez sería la última que llevaría su vestido favorito.

-Mamá, ¿no hay forma de llevarme aunque sea mi vestido?

Su madre volteó a verla, y una sonrisa casi se dibujó en su rostro siempre severo.

-Áster, ya hablamos de eso. Cuando lleguemos te compraré uno nuevo, y mucho más bonito.

Sin embargo, Áster aún no estaba preparada para abandonar su vestido púrpura, con detalles bordados amarillos. Trató de pensar en otra cosa. Miró a su hermano menor, estaba aún más asustado que ella, pero no lloraba, así los habían educado.

Conforme se acercaban a "Par", se hacía más difícil la vista, pues por motivos de seguridad no estaban permitidas las farolas a un radio de menos de 25 metros de los límites . Antes de poder dar un paso dentro, uno de los señores de camisa blanca se acercó a ellos.

-Buenas noches, ¿todos?-Dijo mientras daba una mirada rápida a Áster.

-Primero mi esposa-contestó el padre, mientras afirmaba con una sonrisa melancólica, recordando a la hermana de Áster- a las 2:35, yo voy dos horas después, más o menos. Usualmente nos dejan entrar juntos, para cuidar a los niños.

-Sí claro. Dénme sus nombres por favor.

El padre de Áster le dio los nombres completos al hombre, quien los anotó en la lista, mientras Áster miraba alrededor. Una escena la conmovió, un niño incluso menor que su hermano parecía haberse perdido. Lloraba con todas sus fuerzas mientras uno de los hombres con listas corría trayéndolo de la mano tratando de encontrar a sus padres. Áster deseó con todas sus fuerzas que encontraran a los papás del pequeño.

-Áster, me estás encajando las uñas.-Dijo su madre.

-Perdón.-Dijo ella relajando la mano, pero abrazando con su mano libre el brazo desnudo de su madre.

-¿Mensajes que quieran llevar?-Preguntó el hombre luego de que hubo anotado nombres y demás información personal de la familia de Áster.

-Uno clase S o 5 clase B.

El hombre se fijó en su lista, antes de decir:

-No hay clase S, pero 5 clases B están perfectamente disponibles.

Una hora después la familia de Áster se encontraban dentro de la explanada sentados en dos círculos. En el círculo exterior estaban los padres de Áster, recitando una y otra vez los mensajes. Transcribiendolos hasta que no hubiera error alguno. En el interior, estaban ella y su hermano, protegidos de cualquier situación que los pudiera hacer perderse.

Áster cabeceo, a pesar de que sus padres le habían permitido tomar un trago de café para mantenerse despierta. Ésta era sin duda la parte más aburrida, porque ni siquiera le permitían ver los mensajes. Su hermano ya estaba dormido. Lo más interesante que podía entretenerla eran los resplandores, pero después de ver los primeros, los demás se hacían bastante repetitivos bastante rápido. Lo siguiente más entretenido era ver a los conserjes, llendo de un lado para otro limpiando, siempre apurados. Su madre no la había dejado traerse ni siquiera una muñeca por culpa de ellos... Áster pensó en Felipina, que se había quedado en casa, se preguntó si la extrañaría... Sí, seguramente Felipina estaría llorando a estas horas, probablemente estaría tan triste que en cualquier momento cobraría vida y empezaría a buscarla. Fue por esto que cuando Áster vio a Felipina corriendo hacia ella, esquivando a los recogedores para que no la pisaran, no se le hizo para nada extraño.

-¡Áster!

Áster despertó de golpe al escuchar la voz de su madre.

-Sabes que tienes que poner atención.

-Lo sé, lo sé... pero ya no sé a qué más ponerle atención. Nos sentamos en nuestras áreas asignadas hasta que llegue la hora, usamos el tiempo para aprendernos los mensajes, y esperamos.

-¿Segura que es todo lo que tienes que hacer?-Preguntó su padre. No sabía cuantas veces había repetido esa lección.

-Nos quedamos dentro de nuestro cuadrado y evitamos entrar o distraer a los demás en los otros cuadrados.

-¿Y que más?

-Y no debemos soltarnos.- Esto ya le parecía una necesidad vital a Áster, como respirar, y por eso se le había olvidado mencionarla. Hubo un resplandor en el área contigua y un olor nauseabundo empezó a inundar el lugar donde la familia de Áster se encontraba sentada. No tardó en acercarse uno de los conserjes con varias cubetas para limpiar. Eso le recordó otra regla.-Y comer lo menos posible.

Casi una hora después, la madre de Áster anunció, después de ver su reloj:

-Es casi la hora.

-Mucha suerte.-Le deseó su esposo. Luego, le dio un beso.

Áster, su hermano y su madre se tomaron de las manos. Su hermano no despertó, pero ella y su madre contaron en voz muy baja los últimos 10 segundos en cuenta regresiva. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1,...

El padre de Áster no llego a escuchar el cero, solo vio el resplandor. Y luego, el vestido púrpura de Áster posado sobre el pasto.

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